miércoles, julio 04, 2007

SOY LA CONCIENCIA DE JACK

¿Qué les pasa a los jóvenes de hoy?. ¿Por qúe sólo piensan en divertirse, colocarse y no les interesa la política o la cultura?. ¿Por qué no respetan nada ni tienen unos mínimos valores?...
Todas esas preguntas acaban surgiendo cada cierto tiempo entre la población adulta, tan bienpensante y moral que a nuestra edad ya tenían familia trabajo casa y coche, y sin embargo parece que nunca se han parado a pensar en las causas. A lo mejor simplemente se trata de que a nadie le gusta reconocer sus errores y por eso tampoco buscan respuestas.
Vamos por partes. Éste estereotipo de juventud es real, eso es cierto, así que la primera pregunta es si nacimos así o, por el contrario, nos convertimos en lo que somos. En éste caso concreto creo que la respuesta es fácil. Tratándose de un grupo de población tan numeroso me parece, como poco, extraño que haya habido una especie de mutación genética global y simultánea, por lo que la respuesta debe ser que en el fondo no somos mas que la consecuencia de nuestro entorno. En el mundo todo se rige por la causalidad (es decir, toda acción conlleva una consecuencia) y nadie está libre de ese axioma. Y el entorno causante de todo esto es, siento ser yo quien se lo diga, producto suyo, de su generación, de lo que ustedes hicieron con su tiempo.
Ustedes tuvieron la ocasión de cambiar lo que se encontraron tras la dictadura y lamento decirles que fracasaron. Se les quitó el poder a personas que lo habían acumulado de manera obscena y el poder se hizo público. Durante un tiempo parecía que las cosas iban por buen camino: educación decente, viviendas a precios dignos, trabajo, se llamaba a las cosas por su nombre sin usar tanto eufemismo y tanta palabrería vacua y poíticamente correcta...
Por su parte, los que perdieron su poder, esos a los que sólo les quedaba su dinero, intentaban recuperar ese poder perdido comprándoselo al pueblo que se negaba a venderlo. En aquella época el poder todavía no se compraba ni lo daba el dinero, existía algo llamado dignidad.
Cuando esa jerarquía oligarca no se pudo mantener mediante las armas o el dinero comprendieron que la única forma de conservar el poder era crear una estructura piramidal en la que cada esclavo tenía a su vez sus propios esclavos. Esta nueva jerarquía no había que mantenerla por la fuerza, bastaba con la estupidez y el egoísmo humanos para construir unos cimientos sólidos sobre los que la pirámide se sostenía. Los esclavos se creían señores sin darse cuenta de que ellos mismo eran esclavos. Cada nivel era usado y estafado por el nivel superior, y recuperaban lo que perdían estafando y usando al nivel inferior. Todo el mundo perdía excepto los que estaban arriba del todo. Desde el profesor de universidad que aumentó el número de matriculados a su asignatura a base de suspensos para ampliar la subvención de su departamente hasta la gente que lo veía y no hacía nada por evitarlo, todos culpables.
Culpables de traición a la sociedad a cambio de una tele más grande, un coche más caro o un campo de golf al lado de casa. Como decía V a los humanos en el genial cómic de Alan Moore:
«¡Vosotros les nombrasteis! ¡Vosotros les disteis el poder de tomar decisiones en vuestro lugar! (...) Podríais haberlos detenido. Sólo tenías que decir “no”. No tenéis agallas. No tenéis orgullo.»
Muchos tendréis multitud de excusas para tranquilizar vuestra conciencia. Otros hasta os creeréis inocentes de verdad. España va bien y, aunque se viva cada vez peor, yo estoy en mi sillón con masaje viendo un concurso en mi tele grande-y-plana-que-te-cagas. ¿Y todavía os asombrais y os llevais las manos a la cabeza preguntando que nos pasa a los jóvenes?
Pasa, simplemente, que nuestros instintos llaman a una razón y una lógica oculta hace tiempo por la estupidez. Que no podemos quejarnos porque las palabras y pensamientos que usaríamos han sido prohibidos en una sociedad donde nadie llama a las cosas por su nombre. No nos importa nada porque nadie nos enseña nada que valga la pena. Se nos vende una realidad tan bonita y tan maravillosa (y que nunca encontramos) que no entendemos por qué no somos felices. No nos drogamos, nos medicamos. Vivimos en una depresión sin saber que la padecemos.
No se si habeis visto "el club de la lucha", pero me he apropiado de un fragmento en el que viene a decir lo mismo de una manera mas clara:
"Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra ni una depresión, nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la TV que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock. Pero no lo seremos. Y poco a poco lo entendemos. Lo que hace que estemos muy cabreados".
Sólo quedan 2 opciones. Levantarse del cómodo sofá y ponerse a hacer algo (con la pereza que da) o seguir atrincherados en castillos de autocomplaciencia quejándose.
Siento parecer pesimista, pero me parece que la falta de orgullo, de dignidad, de valor o del mínimo sentido ético del deber (hacer algo porque hay que hacerlo, aunque nos perjudique) nos va a recompensar con más generaciones de jóvenes completamente desorientados y perdidos.

Escuchando: "The man who sold the world" de Nirvana